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JUEGO Y ARTICULACIÓN SIGNIFICANTE

Foto del escritor: CAROLA ORLERCAROLA ORLER

“⁃ Tía dime algo, tengo miedo porque está muy oscuro

¿De qué te serviría, ya que no puedes verme? 

⁃ Eso no importa; apenas alguien habla, se hace la luz”. 

S. Freud 

 

 

Intentaré ordenar algunos conceptos relativos a la constitución del sujeto humano, punto de origen en el ser parlante, apoderamiento del habla, nacimiento ajeno al momento del parto. Lo haré tomando como referencia a Freud y Lacan en alternancia con otra referencia a palabras de niños. Abordaré, entonces, ese tiempo constitutivo en que la cría humana adviene a una subjetividad posible, condición que es dada sólo por su relación al otro y porque este otro le habla, lo habla, y permite su entrada al orden simbólico. Lacan dice "desde el origen el niño se nutre de palabras tanto como de pan, y  muere por ellas". (Lacan 1996:191). 


La etimología nos define al infans-ntis como aquel "que no habla", ¿en qué momento entonces pasa el infans a su condición de sujeto dueño -y mártir también- del significante? ¿Cómo se funda la entrada del sujeto al orden simbólico? Trataremos no sólo del advenimiento al registro simbólico, sino  de cómo se hace posible apoderarse de él, entendiendo que, como dice Lacan, lo más arduo que se le puede proponer a un  hombre es lo que se llama tomar la palabra (Lacan 1984). 



Nos abocaremos a pensar estos tiempos constitutivos de la apropiación significante en el niño. Siguiendo a Lacan en su invitación a recuperar el sentido de la experiencia freudiana,  retomemos el texto de Freud de 1920 "Más allá del principio de placer" (Freud 1980). Hasta este momento de su teoría  Freud postulaba que lo que movía al ser humano era la búsqueda de placer, sin embargo la experiencia analítica lo enfrenta al retorno insistente de aquello que se censuraba por displacentero: los sueños de angustia, la neurosis traumática, las resistencias en la cura, las neurosis de destino, lo conducen a la conceptualización de la compulsión de repetición como la que convoca Io olvidado reprimido, un eterno retorno de Io igual. Cosecha ejemplos también de lo cotidiano, una escena infantil le muestra que el carácter desagradable de un suceso no Io hace inutilizable como juego, es allí donde nos detendremos: 

Freud describe la escena, esa acción enigmática y repetida en un niño de año y medio de vida: Se trata de un niño sin  un precoz desarrollo intelectual, que sólo lograba pronunciar comprensiblemente algunas palabras. Fuera de ellas utilizaba sonidos que eran comprendidos por quienes lo rodeaban. Muy  obediente y agradable en su carácter, el niño tenía excelentes  relaciones con sus padres y niñera. Además, no lloraba nunca cuando su madre lo abandonaba por varias horas. "Ahora bien, este buen niño exhibía el hábito, molesto en ocasiones, de arrojar lejos de sí, a un rincón o debajo de una cama, etc., todos los pequeños objetos que hallaba a su alcance, de modo que no solía ser tarea fácil juntar sus juguetes. Y al hacerlo profería con expresión de interés y satisfacción, un fuerte y prolongado o-o-o-o, que, según el juicio coincidente de la madre y este  observador, no era una interjección, sino que significaba "fort"  (se fue)" (Freud 1980:14). El niño no usaba los juguetes más  que para jugar con ellos a que se iban, pero la situación no  termina con eso, el autor sigue: "Un día hice la observación  que corroboró mi punto de vista. El niño tenía un carretel de madera atado con un piolín. No se le ocurrió, por ejemplo, arrastrarlo tras sí por el piso para jugar al carrito, sino que con gran destreza arrojaba el carretel, al que sostenía por el piolín tras la baranda de su cunita con mosquitero; el carretel desaparecía ahí dentro, el niño pronunciaba su significativo o-o-o-o, y después, tirando del piolín, volvía a sacar el carretel de la cuna, saludando ahora su aparición con un amistoso "da"  (acá está). Este era pues, el juego completo: el de desaparecer y volver. Las más de las veces sólo se había podido ver el primer acto, repetido por sí solo incansablemente en calidad de juego, aunque el mayor placer, sin ninguna duda, correspondía al segundo". (Freud 1980:15)

 

Si con el psicoanálisis la infancia deja de ser ese paraíso de amor e inocencia, el juego infantil se aleja de una definición corriente que lo liga a la ausencia de dificultad, de seriedad. Lo lúdico recrea aquí una situación dolorosa: la partida de la madre. Dolorosa, y podríamos agregar fundamental, en tanto nos remite a la pérdida del objeto.

EI psicoanálisis nos sitúa en la relación del hombre al objeto como una relación imposible, en tanto el objeto se constituye como perdido, la falta es central en la relación del sujeto al mundo, es por ello que este juego tiene un carácter fundamentalmente decepcionante, porque lo que se pone en juego es la pérdida del objeto y la distancia inevitable de éste con el objeto hallado en su recreación.

 

Lacan plantea que el niño del fort-da se ejercita en la dolorosa dialéctica del objeto, a la vez presente y siempre ausente. Esta dolorosa dialéctica, esta alternancia, posibilita un comienzo de articulación significante. El análisis de este juego, entonces, implica varios aspectos que pretendo desglosar, en relación con cuatro puntos importantes, relativos a la constitución de la palabra y al encuentro que el niño hace con ella.

 

El primer punto se refiere a la siguiente enunciación: La llamada es esencial en la palabra. El juego del fort-da representa "la relación del sujeto con el par presencia-ausencia, relación con la presencia sobre fondo de ausencia, con la ausencia como constitutiva de la presencia (…) La llamada ya exige enfrentarse con su opuesto. Llamar lo localiza. Si la llamada es fundamental, fundadora en el orden simbólico, es en  la medida en que lo reclamado puede ser rehusado. La llamada es ya una introducción a la palabra completamente comprometida en el orden simbólico" (Lacan 1996:184).

 

Si la madre puede ser llamada en la representación del juego es porque se ausenta. "La llamada al objeto materno se produce propiamente cuando se halla ausente, y cuando está presente es rechazado en el mismo registro que la llamada, o sea mediante una vocalización" (Lacan 1996:69). El juego del fort-da nos refiere entonces a este encuentro con el objeto perdido, o mejor dicho el encuentro con esta primera forma de la ausencia. Hasta ese momento los objetos eran reales, eran objetos de satisfacción; es la madre quien posibilita el acceso del niño al objeto como simbólico, a partir de su frustración, de su ausencia, el objeto se convierte en su representante. 

 

Este encuentro con la ausencia posible del otro trae consigo el tema de la muerte y un nuevo valor significante  que enuncia: La palabra es la muerte de la cosa. 


"Por supuesto, esta escansión de la llamada está muy lejos de darnos de golpe todo el orden simbólico, pero nos da un esbozo de él. Nos permite así aislar un elemento distinto que la relación de objeto real que, a continuación, ofrecerá precisamente al sujeto la posibilidad de establecer una relación con un objeto real, con su escansión y con las marcas o las huellas que deja. Esto ofrece al sujeto la posibilidad de conectar la relación real con una relación simbólica" (Lacan 1996:69). El juego del carretel adquiere importancia no solo por el ejercicio de manipulación del objeto real, sino porque el mismo va acompañado de vocalizaciones, sonidos que sin ser estrictamente palabras adquieren ese lugar, en tanto hay allí alguien dispuesto a conferirle sentido. La cosa, en tanto real, muere y podríamos decir también que renace en su nombre. Es lo que para Safouan implica la introducción de la muerte en la vida: "no es ni más ni menos que el efecto principal del proceso según el cual el sujeto es constituido por la cadena significante. Sólo el hombre habita el lenguaje y por consiguiente construye la clase de lugar donde vivir al que llamamos sepulcro" (Safouan 1982:105). 


Un niño me pregunta: "¿Dónde se va el sol cuando oscurece? ¿Dónde se van los días?". Se trata de una aprehensión que sólo es significante, aquel encuentro cotidiano con la muerte del día al atardecer sólo puede ser soportable gracias a la metáfora y la poesía.

Cito a Lacan: "La noción misma de día, la palabra día, la noción de dar a luz, es algo que no se puede aprehender en ninguna realidad. La oposición del día y  la noche es una oposición significante, oposición que rebasa infinitamente todas las significaciones" (Lacan 1984:282). Otro niño me dice: "No les pongo nombre a mis gatos... pero cuando se van necesito nombrarlos para distinguirlos: la mimosa, el negrito, la blanca... parece que el recuerdo necesita nombres". En la ausencia, el nombre hace presente al que se ha  marchado. 


Retomemos el caso del niño que Freud nos presenta:  "Un día que la madre había estado ausente muchas horas, fue saludada a su regreso con esta comunicación: iBebé o-o-o-o!, primero esto resultó incomprensible, pero pronto se pudo comprobar que durante esa larga soledad el niño había encontrado un medio para hacerse desaparecer a sí mismo. Descubrió su imagen en el espejo del vestuario, que llegaba casi hasta el suelo, y luego le hurtó el cuerpo de manera tal que la imagen "se fue" (Freud 1980:15). Podríamos decir entonces que hay que matar el cuerpo para imaginarlo, la constitución de la imagen corporal se debe a que el sujeto sabe poco de su cuerpo como organismo. En el juego del fort-da el sujeto se construye un cuerpo y habita de manera particular el tiempo y el espacio. El niño descubre que la ausencia del otro no conlleva su propia desaparición. En la constitución de su imagen narcisista el niño descubre que el otro no es él. El niño gana control de su imagen especular y adquiere una nueva libertad (Safouan,1982), esta nueva libertad tiene relación con la posibilidad de apropiarse del significante, se convierte en amo del mismo. La función de nominación, entonces, cede espacio a la del engaño.


Tenemos aquí el tercer punto en el cual propongo una detención: La palabra se sitúa en el registro del engaño y de la  mentira. La palabra es la que deja la marca de la verdad en lo real, antes de ella nada es verdadero ni falso, ya que es con la dimensión de la palabra que se introduce la verdad y también la mentira (Lacan 1998). Esta es una nueva conquista para el niño en esto de ser sujeto de palabra. 


Francoise Doltó nos describe una escena de fort y da, de juego de ocultamiento y reaparición, en una plaza con un niño y un sombrero. La escena, similar a la descrita por Freud, nos presenta al adulto ocultando y presentando el sombrero a los ojos del niño, acompañando su acción con la nominación  "sombrero" al mostrarlo y "no hay sombrero" al ocultarlo. El juego adquiere un carácter particular en el momento en que la nominación se invierte y entonces el adulto nomina "sombrero" cuando lo oculta y "no hay sombrero" cuando lo presenta. Aparece allí la primera carcajada del niño, nos dice la psicoanalista, y un descubrimiento fundamental: la palabra es por esencia ambigua, la relación del significante al significado no tiene un abrochamiento indisoluble, el sujeto puede, en cierta manera, ser amo del significante. 


José habla de los juegos con su hermanita, él tiene ocho años, ella tres, y parece que divertirse juntos es posible, salvo cuando una regla viene a imponerse entre ellos. Porque esa regla en la que él ya se reconoce, parece ser muy eludible por ella. Y entonces el juego de las escondidas deja de ser un juego cuando ella avisa: "bueno, yo me escondo ahí". José, que de leyes y heridas narcisistas ya sabe un poco, le enseña: "no me digas, tienes que engañarme", la regla es el engaño y él lo sabe muy bien, entonces puede jugar con su palabra: "yo le digo que me esconderé ahí, pero me escondo en otro lado". EI no ser encontrado constituye en él la posibilidad de su deseo, lejos del otro, oculto; en su hermana, en cambio, este ocultamiento se convierte en el riesgo de perderse para el otro, toda su identidad está allí merced al reconocimiento del otro y su sostén a través de la mirada. 

 

Según Lacan, “a medida que la mentira se organiza emite sus tentáculos, le es necesario el control correlativo de la verdad que encuentra a cada recodo del camino Y que debe  evitar. La tradición moralista lo afirma: es preciso tener buena memoria cuando se ha mentido. Es preciso saber muchas  cosas para poder sostener una mentira. Nada es más difícil de montar que una mentira que se sostenga, Ya que, en este sentido, la mentira realiza, al desarrollarse, la constitución de la  verdad"(Lacan 1998:382). 


Traigo aquí el relato de otra escena, del escritor J. C. Onetti: "a veces, la niña rubia se acercaba para embarullarme  los recuerdos. Pedía cuentos y yo le daba algunas monedas y enormes mentiras. Ella me escuchaba con ojos desconfiados y una sonrisa inquieta que se asomaba y se iba. Tenaz, nunca del todo satisfecha, la niña interrumpía las invenciones con preguntas que provocaban mentiras mayores, respuestas que no convencían. Cuando, meses después de la primera reunión,  Elvira, la niña, comenzó su turno de mentiras propias, quedé  asustado y desde entonces la pensé de manera distinta. Porque la riqueza de las fantasías infantiles me desbordaba e iba  convirtiendo en persona a la niña mugrienta y descalza que  parloteaba a mi lado" (Onetti 1993:60).

 

 

Y es que en esto que Lacan Ilama la “incautación oral", ese tomar posesión de la palabra, el sujeto adviene a una nueva posición y un nuevo dominio. Volviendo al juego descrito por Freud, nos encontramos con otra perspectiva de análisis:  el niño se hallaba sometido a la decisión del otro y es en el juego que él puede dominar la situación penosa, pasando del lugar de la pasividad al de la actividad.

 

Retomemos al niño freudiano: “este mismo niño cuyo primer juego observé yo, cuando tenía año y medio, acostumbraba un año después al enfadarse contra alguno de sus juguetes, arrojarlo contra el suelo diciendo ivete a la gue(r)ra!"  (Freud 1980:16). Se le había dicho que el padre ausente se hallaba en la guerra. Freud explica el hecho como la satisfacción de un reprimido impulso vengativo contra la madre por haberse marchado, nos dice que los niños manifiestan sentimientos hostiles arrojando al suelo objetos que para ellos representan las personas odiadas. Es que en este fort, en esta  posibilidad de arrojar hostil, agresivo, el sujeto construye la posibilidad de

separación con el otro. La unidad narcisista en la que el niño ocupaba el lugar del deseo de la madre, unidad que da cuenta de una dependencia que no es vital, sino que, como la describe Lacan, es una dependencia de amor; esa unidad se rompe cuando el otro se va. 

 

El desencuentro, la pérdida, y la inevitable verdad: El amor tiene esencia de engaño, Si decimos que el fort-da permite la separación con el otro, es porque el niño en este momento cae en la cuenta acerca del deseo de su madre, si su madre se marcha es porque su deseo está en otro lado, el engaño de la ilusión amorosa deja lugar al desengaño. Lacan nos dice que el momento del triunfo "es también el heraldo de su  derrota” ya que el niño constata la totalidad del cuerpo materno y junto a esto que ya no le obedece, la omnipotencia es de la madre y la impotencia es del niño. En este punto no sólo se abre una brecha en relación con el deseo del otro, sino que se instala en el sujeto la posibilidad de defender su propio ser deseante. Freud nos dice que el niño del fort-da asume una posición activa frente a la marcha del otro. Agreguemos a esto que el único poder a disposición del sujeto contra la omnipotencia materna es decir no en el plano de la acción, introduciendo aquí la dimensión del negativismo. En esto Lacan nos da el ejemplo de la posición del sujeto en la anorexia, en la cual se invierte la relación de dependencia, ya que el sujeto, que depende de esa omnipotencia ávida de hacerlo vivir, se  hace por medio del síntoma su amo; al comer nada hace uso  de la ausencia y la saborea (Lacan 1996). 

 

Hay entonces un momento de viraje en que la relación primordial con el objeto real se abre a una relación más compleja. “¿Cuál es el momento decisivo en el cual la relación madre-hijo se abre a elementos que introducirán lo que hemos llamado una dialéctica? Creo que podemos formularlo de forma esquemática planteando la siguiente pregunta ¿qué ocurre si el agente simbólico, el término esencial de la relación del niño con el objeto real, la madre en cuanto tal, no responde? ¿Si ya no responde a la llamada del sujeto? Demos nosotros mismos la respuesta. Cae" (Lacan 1996:70) 


Al ausentarse, la madre se convierte en potencia y entonces los objetos, que hasta ese momento eran pura y simplemente objetos de satisfacción, de necesidad, se convierten por intervención de esa potencia en objetos de don. Como objetos de don representan el amor materno, los objetos que el niño quiere conservar junto a él constituyen la marca del valor de la potencia que puede no responder y que es la madre. Pensemos el tema del amor: se dice que en él se entrega lo que no se posee, como tal es engañoso. En esta línea Safouan invita a cuestionar el concepto de amor como unión: "la unión o la identificación que constituye la esencia del amor se cumple en el discurso y sólo en el discurso. Es en el discurso donde el amante realiza sus esponsales con el amado y es aquí donde reside su goce". Y agrega que "es que lo esencial en el amor no  es la unión, sino una fantasía de unión, por lo que su realidad  (silenciosa verdad, nos dice) sólo puede consistir en una demostración de lo que hay en esta esencia que falla” (Safouan 1982:121). Y es que sin esa falla, el amor como unión conlleva a la muerte. Cito para terminar un ejemplo impactante descrito en El bosque de la noche de Djuna Barnes, en relación a los patos del parque Golden Gate, el parque más grande en cautividad: "Todo el mundo, con su condenada bondad les da de comer durante todo el año, y eso es su perdición, porque cuando Ilega la época de volar al Sur, entonces viene la amarga consternación, porque de tan gordos no pueden alzar el vuelo, y hay que verlos, Dios mío, aletear como desesperados en  el otoño, gritando Y mesándose el pelo, porque su naturaleza  está lastrada por el pan y su migración, impedida por las migajas". Bien, los patos no saben nada de la anorexia, esa dolorosa posibilidad a la que sólo puede apelar el hombre, construyendo un fort-da con su cuerpo para salvaguardar su deseo frente al voraz amor nutricio; y es porque no sólo de pan  vive el hombre, sino fundamentalmente, como he tratado de  presentarlo: de palabras. 

 

Carola Orler

Trabajo presentado en la Cátedra Marie Langer, Universidad Bolivariana, el 9 de mayo de 2001. Publicado en Revista PuercoESPIN 2

 

 

 

 

Referencias. 

Barnes, D. (s/f, s/). El bosque de la noche, Editorial Seix-Barral. 

 

Doltó, F. (1991). En el juego del deseo. Editorial Siglo XXI, México 

 

Freud,S. (1920). "Más allá del principio de placer". Obras Completas, Tomo  XVIII, Editorial Amorrortu, Buenos Aires, 1980. 

 

Lacan, J. (1953-54) Los escritos técnicos de Freud. Colección El Seminario,  Libro 1 Editorial Paidos, Buenos Aires 1998.  ---(1955-56). Las psicosis. Colección E| Seminario, Libro 3, Editorial  Paidos, Buenos Aires, 1984.

 (1956-57) La relación de objeto. Colección El Seminario, Libro  -  4, Editorial Paidos, Buenos Aires, 1996. 

 

Onetti,J. C. (1993). Cuando ya no importe. Editorial Alfaguara, Madrid.

 

 Safouan, M. (1982). El ser y el placer, Colección Estructura del Inconciente.  Editorial Petrel, Barcelona. 

 

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