El 2 de febrero de 1933 Francia se consterna ante una matanza en Le Mans. En la casa 6 de la Rue Bruyere, las hermanas Christine y Léa Papin, criadas de unos honorables burgueses asesinaron a sus patronas, Mme. Lancelin y Mlle. Genevieve Lancelin. Cada una se apodera de una adversaria, le saca viva los ojos de las órbitas y luego la remata, luego se acuestan en la misma cama. En sus declaraciones nunca aparece odio ni reivindicación alguna, solo la preocupación de compartir la responsabilidad del crimen.

En su estudio sobre la paranoia, en 1932, Lacan se aboca al caso que él denomina Aimée, sobre una mujer que comete un pasaje al acto criminal. Un año después de su tesis Lacan, interesado por el pasaje al acto homicida y por estas mujeres locas, escribe sobre estas criadas asesinas, Las hermanas Papin. Lacan investiga las fuentes psiquiátricas, y se aboca a defender y reconocer como primordial la influencia de las relaciones sociales en la construcción de un delirio y el pasaje al acto, es decir, tanto en los elementos como en el conjunto del delirio y en sus reacciones, así, su posición subversiva se instala admitiendo como explicativa de la psicosis la noción dinámica de las tensiones sociales.
En las hermanas Papin el lugar del Ideal está encarnado en la patrona enfrentado a ellas mismas en el espejo, "es su propia miseria lo que ellas detestan en esa otra pareja a la que arrastran en una atroz cuadrilla" dirá Lacan.
El trabajo de Lacan dialoga con los surrealistas, no solo porque en el ambiente literario aparecía una cierta fascinación con el escándalo, sino porque desde ambos lugares, el psicoanálisis de Lacan y el escrito surrealista, se escuchaba y develaba lo que incluso la psiquiatría pasaba por alto: los crímenes revelaban el horror del incesto, las diferencias de clase, el abuso normalizado, y como tales definían un sujeto nuevo, lejano a la definición más común de "asesino". Se trata de la posibilidad de un sujeto de romper con el Otro absoluto, en un acto único y singular, que frena y acota el devenir delirante en el que su vínculo al Otro se alimenta y sostiene. La locura se instala en esa relación de tensión, que adquiere un modo particular, construido en esa dialéctica de la relación al Otro/otro, no se vuelve loco quien quiere, dirá Lacan.
Genet retoma la historia de este pasaje al acto homicida y la pone en escena de un modo intenso y conmovedor, donde las hermanas, criadas, dialogan en un juego de espejo en que son Señora y Criada a la vez, "es fácil ser buena risueña y dulce ... ¡cuando se es guapa y rica! ¡pero ser buena cuando se es criada!" ... "Yo tengo a mi hermana. Sí, me atrevo a hablar de ella. Me atrevo, señora. Me puedo atrever a todo. ¿Y quién podría mandarme que me callara? ¿Quién tendría el valor de decirme "hija mía"? He servido. Hice los gestos necesarios para servir. Sonreí a la señora. Me incliné para hacer la cama. Me incliné para fregar los baldosines, me incliné para pelar la verdura, para escuchar detrás de las puertas, para pegar mi ojo a la cerradura. Pero ahora me quedo tiesa. Y recia. Soy la estranguladora. La señorita Solange, la que estranguló a su hermana. ¿Que me calle?".
Carola Orler, 2014, a propósito de la obra de teatro dirigida por Rodrigo Soto.